Peleas de gallos: el lucrativo negocio del maltrato animal

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Las peleas de gallos se celebran por toda España, a pesar de que sólo están permitidas con restricciones en Andalucía y Canarias. Estos combates ilegales y clandestinos, considerados por algunos como deporte o espectáculo tradicional, no han cesado ni durante el confinamiento, tal y como han revelado varias operaciones policiales.

Gallos, sangre y plumas. Algarabía, dinero y drogas. ¿Qué son las peleas de gallos? “Consisten en provocar de forma intencionada una pelea entre dos machos a los que previamente se ha entrenado para potenciar su instinto de defensa del territorio y de primacía jerárquica y que se resuelve mediante la muerte de uno de ellos o la clara victoria de un ejemplar tras el abandono de la pelea por parte del otro”, explica Alberto Díez, director de la Asociación Nacional para la Defensa de los Animales (ANDA).

“Los animales son criados en soledad, anulando sus instintos sociales e incentivando sus impulsos agresivos o de respuesta violenta hacia un estímulo que se le presenta como amenazante (la presencia de otro gallo como “competidor”). La potenciación del impulso combativo se realiza sometiendo al gallo a un entorno amenazante para él por lo que el ave vive en un contexto de permanente ansiedad y angustia que no son en nada naturales en la especie”, Alberto Díez. Además, son sometidos a amputaciones, dopados para incrementar su resistencia y agresividad, y equipados con espuelas metálicas. El resultado: los bellos animales acaban destrozados, malheridos o muertos.

Las peleas de gallos son ilegales en todo el territorio español a excepción de Canarias y Andalucía.

El Parlamento canario aprobó en 1991 una ley de protección animal que, de forma contradictoria, dejaba la puerta abierta a la celebración de las peleas de gallos. “Esta reglamentación en las islas obliga a que tan solo se practiquen en lugares tradicionales (“galleras”), organizadas por las propias asociaciones que agrupan al sector y sin publicidad”, Alberto Díez.

En Andalucía, la Ley 11/2003prohibió las peleas de gallos con la exclusión de “tientas” organizadas con el objetivo de la “selección de cría para la mejora de la raza y su exportación realizadas en criaderos autorizados con la sola y única asistencia de sus socios”. Así, justifican su existencia por la supuesta necesidad de criar y seleccionar gallos de la raza llamada “combatiente español” o “jerezano”, la más ansiada para este tipo de combates. Según estimaciones del sector, un gallo semental de esta raza puede alcanzar los 1.500 euros en el mercado.

Las “tientas” tienen que respetar una serie de condiciones: no pueden ser un espectáculo o actividad recreativa, solo pueden acudir socios de las peñas, asociaciones o locales autorizados inscritos en los registros de la Junta de Andalucía, no se puede apostar y está prohibida la entrada a menores. Hasta aquí la legislación. ¿Qué pasa en realidad? “Dentro del horror intrínseco a la actividad en sí misma y a la contradicción de que este horror se encuentre “regulado” por la legislación, la situación más caótica, preocupante y descontrolada se da en territorio peninsular. En teoría las peleas de gallos están prohibidas, pero por ejemplo en Andalucía sí está permitida la “tienta” por parte de los criadores y la experiencia nos ha demostrado que la línea de separación entre “tienta” y pelea real es una quimera aprovechada para organizar peleas de gallos en todo su pleno sentido. En el resto del Estado, aunque no se pueden realizar “tientas”, se pueden criar gallos de pelea.

La tentación de pasar de la actividad de cría legal a la de realización de peleas ilegales es demasiado atractiva y lucrativa (más que su exportación hacia América)”, Alberto Díez.

Apuestas y droga.

“Detrás de las peleas de gallos se unen estímulos prácticos y de atracción intuitiva. Por un lado, las altas apuestas ilegales y el atractivo que presenta tanto para propietarios de gallos como para participantes una actividad de la que se puede obtener una ganancia muy rápida y muy elevada, al margen de la ley. En este caso además este aliciente va unido al imán atávico del riesgo derivado de la participación en una actividad ilegal, realizada en el seno de grupos sociales marginales, que además se alimenta de un instinto violento y sangriento en el que la fuerza física y el éxito en la dominancia jerárquica es identificada con virilidad u otros valores de preponderancia social”, Alberto Díez, quien añade: “En ocasiones el atractivo deriva de algo tan sencillo como saber que se está realizando algo rechazado por el resto de la sociedad genérica con la que uno no se siente identificado o de la que se percibe como marginado”.

Las apuestas mueven miles de euros, según datos policiales. A modo de ejemplo, el pasado mayo la Guardia Civil desmanteló una pelea de gallos clandestina en El Palmar de Troya (Sevilla) con más 120 asistentes. En la operación, la Benemérita contabilizó 40.000 euros en el juego y algunos de los denunciados tenían entre 5.000 y 6.000 euros. Además, identificó a 83 personas, la mayoría con antecedentes policiales por delincuencia y drogas. En enero, la Policía Nacional y la Unidad de Policía adscrita a la Junta de Andalucía intervinieron en un ‘campeonato de peleas de gallos’ que se celebraba en un bar situado en El Puerto de Santa María (Cádiz) y en el que participaban 197 personas. Encontraron una cantidad de dinero elevada y se incoaron 34 actas por tenencia de estupefacientes.

Es muy difícil aislar y controlar una actividad ilegal cuando en paralelo se permiten crear los elementos que la alimentan o se permite esa misma actividad según territorios.

Las actuaciones policiales confirman además que los combates clandestinos están vinculados a otras actividades delictivas como pertenencia a organización criminal, blanqueo de capitales y tráfico de estupefacientes.

En ANDA llevamos años luchando para acabar con las peleas de gallos. ¿Cómo conseguirlo? “Su carácter ilegal en los territorios peninsulares y su sentido marginal hace que las peleas de gallos se organicen en el seno de grupos sociales muy cerrados y en muchas ocasiones relacionados con grupos sociales muy marginales de difícil penetración. En cierta forma este oscurantismo hace difícil su detección precoz y persecución. La impunidad deriva de la marginalidad, y los organizadores son plenamente conscientes de que su impunidad será mayor cuanto más impenetrables y marginales sean capaces de mantener sus peleas de gallos”, Alberto Díez.

No obstante, desde ANDA pensamos que puesto que hay una actividad de cría de animales, es aquí, en las actividades de cría, en las que hay que poner el foco fundamental de investigación, realizando un esfuerzo para detectar todos y cada uno de los criadores (profesionales o no) y, con posterioridad, un seguimiento del empleo y uso de cada gallo individual con el fin de obtener una trazabilidad completa de cada ave.

Asimismo, es muy difícil aislar y controlar una actividad ilegal cuando esta misma está permitida según qué territorios.  Lo que es  “legal” acaba necesariamente encubriendo lo que es “ilegal”. “Por estos motivos es urgente acabar legalmente con las peleas de gallos en las Islas Canarias, así como dejar fuera de la legalidad la cría de estos animales cuando se detecte que su fin no es la alimentación humana”, Alberto Díez.

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