ANDA apuesta por los sistemas ganaderos alternativos frente a la ganadería industrial

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Tras la polémica levantada por las declaraciones del Ministro de Consumo, Sr. Garzón, en relación con la necesidad de acotar los sistemas ganaderos intensivos y las macrogranjas, desde ANDA no podemos sino apoyar esta postura. Puede que las formas no hayan sido las más acertadas pero el fondo lo compartimos. De hecho, más allá de declaraciones en prensa, lo lógico es que desde el Ministerio de Consumo se tomaran medidas legislativas prácticas y tangentes para que el consumidor en España apueste decididamente por la producción alternativa real. La ganadería intensiva con todos los problemas asociados de complejas necesidades energéticas, hídricas, de transportes a larga distancia de insumos y animales; su dependencia de la industria química, la investigación genética y la mecanización progresiva de los procesos productivos o los problemas derivados de la gestión de excedentes o purines líquidos o deyecciones sólidas ha demostrado que no ha sido una panacea sino que su principio de producir más y más barato no ha generado más que tensiones medioambientales, económicas y, a largo plazo, tras 60 años de puesta en práctica no ha servido para evitar el vaciamiento de nuestro mundo rural.

Por otra parte estos sistemas de ganadería industrial han afectado al bienestar de los animales y aunque ahora la evolución de la sensibilidad social les haya hecho aplicar la investigación científica para mejorar su imagen en este aspecto (paso de jaulas individuales a jaulas colectivas para las gallinas, prohibición de amputaciones, aporte de agua y comida por medios mecánicos) la verdad es que, en conjunto, sique siendo un sistema industrial con sus consecuentes impactos medioambientales y de desigualdad social.

Por estos motivos en España necesitamos poner un límite al desarrollo sin fin de los sistemas productivos ganaderos industriales que esquilman nuestros recursos naturales, vacían nuestros pueblos y amenazan las posibilidades reales de que los animales desarrollen una vida natural. Nos ofrecen unos productos cárnicos variados y a muy bajo precio pero el peaje a pagar en términos de cambio climático, desarrollo rural y bienestar animal es demasiado alto. Debemos preguntarnos si nos interesa que el sector ganadero español continúe en este mercado “a precio” donde sólo sobrevive quien más y más barato produce o apostamos por una producción ganadera que en vez de luchar a precio se distinga por su calidad, su valor añadido y sus propias características de integración en el territorio. Evidentemente la segunda opción es la única que a medio plazo nos va a garantizar la sostenibilidad de la ganadería española.

Para que el cambio hacia formas de producción ganaderas alternativas más sostenibles avance de forma firme en España necesitamos urgentemente que el consumidor también sea consciente de su responsabilidad en el acto de compra de alimentos y no se deje engañar por falsas promesas y precios bajos, porque la calidad (a todos los niveles) siempre tiene un precio. Sin embargo, para que este cambio en los hábitos de conducta del consumidor se produzca es imprescindible dotarnos de un sistema de etiquetado en el que se indique claramente el sistema de producción del que deriva el alimento que adquirimos y, muy importante, que la producción industrial no se vista de “verde” con eslóganes o etiquetas engañosas (“libre de jaula”, “campero”, “de Granja”, “de crecimiento lento”, “sostenible”) para intentar vender lo que no son ni nunca serán. No podemos permitir que los sistemas ganaderos industriales se apropien de valores que tan sólo corresponden a la producción alternativa. El producto alternativo de cercanía, respetuoso con los recursos naturales, integrado en la economía rural familiar debe poder identificarse mediante un etiquetado que lo individualice de la producción masiva. Sólo así respetaremos el derecho del consumidor a una información veraz para que realice la compra del producto que mejor responde a sus expectativas, sin engaños ni tergiversaciones. Aquí es donde echamos en falta, y mucho, la actuación decidida del Ministerio de Consumo, más allá de las grandes palabras.

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