Los toros no son los únicos animales que son torturados y sufren en las corridas de toros. Desgraciadamente hay más víctimas: los caballos. No debemos olvidar a estos animales que, si bien la mayoría de veces no terminan muertos como los toros, sí sufren grandes heridas y daños tanto emocionales como físicos. Además esas heridas y daños muchas veces también les provocan una muerte prematura que, desde luego, la gente del público nunca llega a ver ni a saber y realmente ni le importa porque para ese público el caballo es como un objeto más en la plaza de torturas.
El Caballo.
Son animales muy nobles y pacientes. Durante siglos el humano se ha aprovechado de estas virtudes y características del Caballo para dominarlo, explotarlo y maltratarlo. Además, como el toro, el caballo es un animal herbívoro. Los herbívoros tienden a ser muy tímidos, asustadizos y se estresan con facilidad. Como el caballo es usado varias veces para lo mismo en las corridas de toros, él sabe que corre peligro, no podrá escapar ni mucho menos defenderse. Todo esto le hace sentir miedo y estrés. Ningún animal querría entrar a un ruedo donde hay un toro que, al no poder huir, se defiende y ataca a quien cree que es quien lo está hiriendo (nos referimos al picador y a las puyas que son arpones de hierro que perforan entre la nuca y la espalda del toro, lo que hace que éste sangre profunda y profusamente).
Sin embargo, el caballo es obligado a entrar a la plaza y que sea a él a quien el toro embista creyendo que el picador y el caballo son uno solo y que al embestir al caballo para defenderse, herirá a ese «todo» que lo está atacando, pero lo que sucede es que solo es el caballo quien recibe las embestidas. El toro no distingue entre el picador y el caballo. El picador no recibirá nunca las embestidas del toro pues se encuentra montado en el animal, puesto a muy buen recaudo y protegido. Arponeará al toro, dañándole el morrillo para que agache la cabeza y luego el torero pueda tener “una buena faena”. Mientras tanto el caballo, por las fuertes embestidas del toro, muchas veces cae al suelo estrepitosamente lo que le provocará dolor e incluso fracturas. En el suelo el toro sigue hiriéndolo. Cuando sucede esto el picador huye y además, salen en su ayuda toreros y demás participantes de la tortura. El caballo a duras penas se levanta debido al peto que obstaculiza sus movimientos. Luego, el picador volverá a encaramarse al caballo, seguirán las embestidas a éste y los «castigos» al toro hasta que se le vea sangrar abundantemente y agachar la cabeza. Al toro aún le falta recibir más torturas hasta morir en la plaza o en el camal de la misma.
El Peto.
Al caballo le ponen un armatoste llamado “peto”. Esta cosa hecha de algodón y lona (que dicen los aficionados a la tortura es para “protegerlo”), tal vez no permita que los cuernos del toro entren totalmente en el cuerpo del caballo, pero sí llegan a causarle heridas pues los petos terminan manchados de sangre. Tampoco lo protege de la fuerza con que arremete el toro, esta fuerza es equivalente a fuertes golpes directos que el caballo recibe que le provocan fracturas.
El peto pesa entre 25 y 30 kilos, peso que se suma a los llamados “manguitos y pechera” que pesan 12 kilos aproximadamente, en total el animal lleva 40 kilos de peso, a los que se le añaden el peso del picador, estribos (los que deben pesar cada uno mínimo 10 kilos, pues son de metal para proteger los pies del picador de las embestidas), montura, lanza, etc. Calculamos unos 200 kilos, como mínimo, que el caballo debe llevar encima para salir al ruedo a ser herido y proteger al victimario: el picador.
Lo que siente el caballo.
Al caballo le tapan los oídos con algodón para que no escuche la bulla de la turba gritando y el toro pidiendo ayuda, lo que lo asustaría aún más. Además le vendan los ojos, obviamente para que no vea al toro lo que haría que se resista a entrar al ruedo. Pero antes de entrar a la plaza al caballo le inyectan tranquilizantes como el “Promazil” que, además de adormecerlo, lo marean. Entonces, con el peso que lleva encima, mareado, los ojos vendados y los oídos tapados, el caballo no tiene sus cinco sentidos en alerta por lo que se ven caballos casi inmóviles. Para defenderse de los embistes, golpes y lesiones depende del picador, sin embargo, este tipo no está ahí para defender al caballo sino solo para causar daño al toro.
Según el estudio “La evaluación del dolor en el caballo” de la «Comisión ética asesora para la experimentación animal» de la Universidad de Zaragoza, existen signos indicativos que el animal tiene un dolor agudo o crónico, estos signos son evidenciados en las presentaciones de los caballos dentro de las corridas de toros. Estos son algunos:
Rechazo a la manipulación / Movimiento, inquietud y ansiedad.
Tremores musculares.
Depresión, cabizbajo.
Ollares dilatados.
Sudoración profusa.
Torpeza y aspecto deprimido.
Quejidos, rechinar los dientes y relinchar.
Rigidez postural entre cuello y cabeza.
Sacudida de cabeza durante la marcha.
Más estudios científicos concluyen en que el caballo es muy sensible al tacto, y esta es la forma más directa de comunicación entre este animal y el hombre: “El sentido del tacto en la piel de un caballo es muy agudo. Un caballo puede sentir el tacto de un pelo en su piel, así como sentir una mosca posarse en él y contraer la piel para espantarla. La piel de un caballo está llena de terminaciones nerviosas que pueden detectar el toque más suave». (Fuente: ABC Artículos ).
La tortura en el “Rejoneo”.
Existen otros tipos de corridas de toros, todas ellas causan igual maltrato y dolor al toro y al caballo. El “rejoneo” es un tipo de “lidia” donde el torero torea a caballo y va clavándole las banderillas al toro, mientras el caballo tiene que hacer una suerte de «piruetas» y «bailes» (ha sido previamente obligado a aprenderlas) para esquivar los embistes del toro. En este tipo de tortura el caballo no tiene ninguna protección y está expuesto aún más a los embistes del toro. Sin embargo, el torero está protegido por el caballo quien es el que recibe los embistes del toro.
Los rejoneadores y “estudiosos” del rejoneo, dicen:
“Al caballo lo tiene que dominar el rejoneador de manera absoluta, haciendo todos los movimientos tal y como los piensa el rejoneador. Esto sólo se consigue a base de entrenamientos muy duros, muy largos y constantes”. (Fuente: Acabemos con la tauromaquia).
“Los caballos de rejoneo son los instrumentos que delante del toro harán la función del engaño. Para conseguirlo tienen que estar absolutamente sometidos a las órdenes de su caballista y obedecerlas de forma súbita, inmediata y siempre. Esto solo se consigue a base de un entrenamiento insistente y continuado, constante, repetido tantas y tantas veces…”. (Fuente: Tienda hípica de raza).
“El caballo es eminentemente cobarde y lo hace todo por miedo y por eso, conseguir que el caballo toree, resulta mucho más notable y meritorio”. (Fuente: Tienda hípica de raza).
“El caballo de torear está sometido a su caballista, de tal forma, que acepta las órdenes que recibe de este y las cumple ciegamente. Es así, por eso la doma es: repetir, repetir, y repetir”. (Fuente: Alternativa Toros).
Es indiscutible el afán de mancillar y causar dominación de forma dolorosa y constante al caballo, incluso hasta romper su espíritu. Es importante tener en cuenta lo que dice el veterinario José Figueroa, quien advierte sobre las lesiones en los caballos montados por personas con cualquier fin: “El caballo nunca fue concebido para llevar a una persona encima. Estamos sometiéndole a un esfuerzo para el que no estaba preparado originariamente“. De esto podemos deducir que todas las “piruetas” que los aficionados a la tortura de animales obligan a realizar al caballo son antinaturales y por lo tanto generan un nivel de dolor y estrés muy fuerte en él.
Hay estadísticas de una gran cantidad de caballos que fueron heridos de muerte o murieron en “corridas de rejoneo” solo en España. En Perú este estilo de tortura también se lleva a cabo en Acho y en otras plazas.
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