Pese a la pandemia, las escuelas taurinas siguen abiertas en España

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Alumnos de la escuela taurina de Las Ventas, en Madrid, practican pases con las capas el 22 de diciembre del 2020. La escuela estuvo cerrada entre marzo y agosto, pero reabrió y sigue funcionando en medio de la pandemia.

Son estudiantes de la Escuela de Tauromaquia  donde niños de hasta nueve años se inician en estas clases.

Recibe estudiantes de toda España y también del exterior, de Francia y América del Sur. Actualmente tiene 70 estudiantes, incluidas cuatro mujeres.

A los 14 años los aspirantes a matador pueden enfrentar novillos de hasta dos años sin espectadores. A los 16 pueden hacerse profesionales, si muestran el talento necesario.

Las Escuelas de Tauromaquia están financiadas por las Comunidades Autónomas y Ayuntamientos con la finalidad de adoctrinar a los niños en la violencia y sin  ningún respeto a los animales como seres vivos que son.

El 8 de febrero de 2018 se hicieron públicas las recomendaciones del Comité de los Derechos del Niño de la ONU, donde se dedica un breve apartado a la tauromaquia. El Comité recomiendaba al Estado español  prohibir la participación de menores de 18 años como toreros o como espectadores de eventos taurinos. Un organismo tan importante como es la ONU, reconoce que la tauromaquia es violencia, sangre y muerte.

Extracto del texto: De la violencia en las corridas de toros a la educación violenta: una perspectiva psicológica.

Por el Prof. Dr. Vítor José F. Rodrigues.

Doctor en Psicología por la Facultad de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universidad de Lisboa, Psicoterapeuta, Escritor de diez libros publicados, Conferenciante y Formador en Portugal y en Europa, Coordinador del Grupo de Trabajo sobre Psicoterapia de la European Transpersonal Association, de la que también fue Presidente. Docente de Psicología Educacional, Pedagogía y Psicología del Desarrollo durante diecisiete años.

Los niños que asisten a las corridas, sean en vivo (lo que es peor) o por televisión, están siendo testigos de violencia. Esta violencia es públicamente recompensada por los aplausos de la multitud además de que los «héroes» toreros se presentan, desde el comienzo, exhibiendo esa misma riqueza que desean perpetuar (ya que no olvidemos que las corridas son espectáculos de masas que mueven mucho dinero e intereses). Los niños son muy sensibles a todo lo que les transmita la idea de que, si hacen esto o aquello o tuviesen esta o aquella idea serán apreciados. Sin duda se les está transmitiendo la idea de que si imitasen los modelos adultos de los toreros, con su violencia depredadora, su afirmación sanguinaria de virilidad, su pomposidad exhibicionista, serán apreciados. Esto es enseñar aquello que, en realidad, es totalmente erróneo. Los niños criados en ambientes de amor y cuidado, donde son valorados, se muestran más tarde como más resistentes y más fuertes física y psicológicamente. Lo contrario se muestra en aquellos que son precozmente descuidados y maltratados (y obligarlos a asistir a espectáculos que les hagan sentirse mal puede ser un ejemplo). ¿Cuál es entonces el mensaje subyacente a las corridas? El de que se puede y tal vez se deba ser violento en determinadas circunstancias y que maltratar animales puede ser correcto si nos da placer. Los estudios en su conjunto muestran de modo «aplastante» que existe una relación causal entre la violencia en los medios (televisión, radio, películas, música y juegos interactivos) y el comportamiento agresivo en algunos niños. Por lo general, «ver violencia como entretenimiento» puede conllevar un aumento de actitudes, valores y comportamientos agresivos, especialmente en los niños. Los niños que observan mucha violencia tienden a considerarla un medio efectivo para resolver conflictos y a pensar que los actos violentos son aceptables.

Lequesne (2011) destaca los inconvenientes educativos y psicológicos de las corridas. Para él, el espectáculo de la corrida a la que se lleva un niño puede ser traumático pero también puede confrontar a un niño con todo el dilema interpuesto por el modo en que los adultos «suavizan» un espectáculo de sangre y dolor como legítimo y apreciable o, como afirma, contra la natural empatía de un niño ante el animal que puede y debe ser torturado en nombre del arte y de la tradición. El mensaje aprendido por el niño le dice que, en ciertas circunstancias, siendo en pro del arte y de la tradición, se puede y tal vez deba tortura seres vivos.

Exponer a los niños a las corridas es exponerlos a la violencia, justificada de modo pleno con racionalizaciones que tal vez escondan impulsos primarios mal concienciados; es confrontarlos con el conflicto entre «alinearse» con los adultos y sus racionalizaciones, negando su miedo y su repulsa por la crueldad para con los animales o reconocer estos aspectos como legítimos; es hacerlos participar, con escasa elección, en un mundo donde la violencia contra un ser vivo inocente es glorificada y justificada como una ocasión de fiesta y alegría; es someterlo a una situación donde aprende que ser violento puede ser muy bueno y compensador,  que la afirmación masculina puede tener, como uno de los exponentes máximos, la del torero engalanado que se complace y exhibe como matador, torturador de animales que, al hacerlo, obtiene la admiración y el deseo de las hembras humanas. Llevarlos a las corridas o incluso dejarlos asistir a ellas constituye de algún modo,  un acto de irresponsabilidad educativa e incluso un acto de abuso y falta de respeto a la protección de sus derechos a ser protegidos ante todo lo que amenace su desarrollo saludable e íntegro. Como afirma Richier (2008), la existencia de corridas presenta dos cuestiones importantes: la de la protección de los animales y la de la protección de la infancia. Se les debe ahorrar a los niños la violencia y la de las corridas es un horrendo ejemplo no sólo por ser una exhibición de violencia gratuita y altamente gráfica sino por comportar elementos de celebración y glorificación de ésta, con inconvenientes psicológicos y pedagógicos innegables.

Las imágenes del vídeo corresponden a la plataforma antitaurina LA TORTURA NO ES CULTURA, (a la que ANDA pertenece desde su fundación). Corresponden a la Escuela de Tauromaquia, donde se puede ver a menores maltratando y matando becerros.

TAUROMAQUIA ES VIOLENCIA.

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