En Turquía no dejan morir a perros y gatos pese a las restricciones impuestas por la pandemia

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Los animales se han mimetizado con el paisaje urbano. Están en todas partes. Pasean, juguetean y duermen por la ciudad. Ocupan escaleras, plazas e incluso sillas de cafeterías. Se les ve hasta en los cementerios, cuidando de los amigos de dos patas que los dejaron. Se sienten protegidos, tanto que se atreven a echar una siesta en mitad de una carretera, encima de un toldo, o en una parada del autobús, sin temer consecuencias.

Desde 2009 una ley dictada por el Gobierno turco castiga a quien les haga daño o les retire la comida.  «¿A quién pertenecen?», son libres, son del pueblo pero no son de nadie. Cada uno vive en un barrio acorde a su personalidad, en cualquier esquina. Nadie diría que son callejeros. Posan para la cámara de los curiosos y no se asustan fácilmente. A raíz de los toques de queda y las restricciones que se impusieron en toda Turquía debido a la crisis sanitaria originada por el covid- 19, son las autoridades de Estambul las que se encargan del cuidado de esos otros ciudadanos. «Si hace falta, los llevan al veterinario, los desparasitan, se les realizan esterilizaciones y los vacunan. Sin los perros y gatos callejeros, Estambul perdería su alma, mucho más ahora que la ciudad está vacía por la COVID-19. En los últimos años, el Gobierno turco ha invertido unos 19 millones de liras turcas (unos 4 millones de euros) en el registro, desparasitación y vacunación de perros, así como en la esterilización y protección de los gatos. 

A finales del siglo XIX, el sultán otomano Abdülaziz (1830-1876) decretó que los perros debían ser capturados y deportados en barco a Sivriada, una isla cerca de Estambul en el Mar de Mármara. Fueron condenados a un destierro forzado y eterno (hay fotografías de la época que rompen el alma en pedazos). Esa isla se convirtió en su infierno. Se estima que había unos 50.000 perros viviendo en las calles, y los capturaron uno a uno, calle a calle. Les pusieron un precio. Desde kilómetros de distancia, de entre las aguas, llegaron sus aullidos durante semanas, hasta que, hambrientos, comenzaron a comerse entre ellos. Se oyeron cada vez menos ladridos y un día se apagaron casi por completo.

Unas décadas más tarde, en 1911, el gobernador de Estambul liberó a los perros que se habían reproducido en Sivriada y repoblaron la ciudad. Prosperó con su gesto el respeto hacia ellos. Turquía no está orgullosa de ese pasado: actualmente, cualquier intento de reducirlos o eliminarlos es visto por sus habitantes como una atrocidad. Si matas a un gato, tendrás que construir una mezquita para que Dios te perdone, dice un refrán turco. Es un dicho que incluye a los perros y que se sigue respetando al pie de la letra. Estambul es, sin duda, la capital histórica de los perros y gatos callejeros. Son «uno más». Conviven con 15 millones de personas en un vínculo que se mantiene inalterable desde hace décadas y que nadie quiere romper. Esa es la esencia turca, y los perros y los gatos son sus ciudadanos eternos.

ANDA lleva treinta años luchando contra todo tipo de crueldad cometida con los animales. Nuestro objetivo es el fomento del buen trato y respeto por los animales. Para conseguir este fin siempre hemos utilizado todos los medios de comunicación y educativos, para que desde la escuela se introduzca el concepto de respeto por todo ser vivo al que se ha de proporcionar una vida digna y en su defecto una muerte indolora.

En todas partes siempre ha habido abusos y maltrato hacia los animales, pero lo más importante es dejar atrás ese horror y evolucionar como ha ocurrido en Turquía. En España también vamos evolucionando y la sociedad cada día está más concienciada y rechaza cualquier tipo de maltrato por pura diversión de unos cuantos hacia los animales, sin embargo, todavía en nuestro país se siguen permitiendo espectáculos tan aberrantes como las corridas de toros, novilladas ,becerradas, etc. Todo ello subvencionado con dinero público, dinero de todos los españoles. Los que tienen que tomar ejemplo y evolucionar son nuestros representantes políticos, les hace mucha falta.

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