Cazadores furtivos matan a la última jirafa blanca del mundo

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El ejemplar llevaba consigo un GPS después de que su madre y su hermana fueran asesinadas por cazadores. El suceso ha tenido lugar en el condado de Garissa, al sureste de Kenia. Habitaba en la reserva Ishaqbini Hirola, un área de conservación silvestre en el sureste de Kenia al borde del Río Tana, hogar de cientos de aves, mamíferos y el famoso hirola o antílope de Hunter, una especie en peligro crítico, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.

En marzo de 2020, se cree que asesinaron a la madre y una de las crías ya que residentes locales hallaron sus esqueletos meses después en la reserva. Su llamativo color se debe al leucismo, una condición genética poco común que altera parcialmente la producción de melanina y por lo tanto, provoca que la pigmentación de la piel adquiera un tono blanco. Esta familia de jirafas fue vista por primera vez en mayo de 20217 en el condado de Garissa y tuvo una gran repercusión mundial por su belleza y singularidad. Precisamente por eso el Servicio de Fauna de Kenia empezó a investigar la desaparición después de que los animales no fueran vistos durante varias semanas. Mohammed Ahmednoor gerente de esta reserva describió la matanza de las jirafas como «un golpe a las importantes medidas adoptadas por la comunidad para conservar especies raras y únicas y una llamada de atención para seguir apoyando los esfuerzos de conservación».

El furtivismo, la cara más amarga de la caza. La caza furtiva es una práctica ilegal tras la que se esconde un lucrativo negocio, manejado por personas sin escrúpulos o por grupos organizados que buscan obtener «trofeos» para su venta. El Código Penal contempla como delito la caza furtiva, pero son pocos los cazadores furtivos que acaban entre rejas: las autoridades y los vecinos miran para otro lado, y estas acciones quedan impunes. Hasta aquí llega la crueldad de los cazadores furtivos. Trampas, cepos, jaulas, pegamentos, venenos… para matar sin escrúpulos la fauna de nuestros campos. En la Comunidad de Madrid hay 210 agentes forestales. Rastrean e investigan todo tipo de delitos contra la fauna. En 2017, actuaron en más de 200 casos de cazadores furtivos, retirando todo tipo de trampas, como cepos y lazos. Unas trampas mortales para la fauna que habita nuestros bosques, en las que los animales quedan atrapados durante horas de agonía, llevándoles en muchos casos a la automutilación y la muerte. Los delitos contra la fauna se castigan con penas de prisión de cuatro meses a dos años, y multas que ascienden de los 3000 a los 200.000 euros.

Mujeres en la lucha contra la caza furtiva en Zimbabue. Matar animales salvajes sin autorización es delito, pero la piel, los dientes, las garras y los huesos del leopardo equivalen al sueldo de un mes en Zimbabue. Un equipo de guardas naturales formado íntegramente por mujeres lucha contra el furtivismo, revolucionando las políticas de conservación de la vida salvaje en el país. Todo un ejemplo contra la caza furtiva, uno de los problemas más acuciantes que amenaza la fauna en África.

NO A LA CAZA.

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