Como consecuencia de la Gripe Aviar se comienzan de nuevo a oír voces, en muchas ocasiones desde el mundo veterinario y de la administración, insistiendo en que la solución pasa por eliminar los árboles y los pájaros cercanos a las unidades de producción avícola y encerrar a las aves domésticas acabando con las granjas avícolas domésticas extensivas. Desde ANDA queremos denunciar esta falacia que acusa injustamente a quien no tiene la culpa de la extensión de esta enfermedad en las aves.
En primer lugar la incidencia en granjas tradicionales extensivas no es mayor que en las intensivas, más bien al contrario, y la capacidad de propagación en las pequeñas granjas extensivas es mucho menor que en las industriales, simplemente porque hay muchas menos aves. Sin embargo es curioso que nadie diga nada de las altísimas densidades de aves en los sistemas intensivos ni del enorme riesgo potencial que implica el mantener centenares de miles de aves encerradas en una nave para que los contagios se multipliquen.
Tampoco nadie dice nada de los desmesurados mecanismos de ventilación forzosa que los sistemas industriales tienen y que suponen un enorme riesgo al expulsar al medio exterior todas las posibles infecciones existentes en el interior de la nave, pudiendo infectar a las aves silvestres que se encuentren por la zona en ese momento. El origen de la gripe aviar en sus cepas más resistentes se encuentra en las enormes granjas avícolas intensivas, y desde ahí a las aves silvestres o a las pequeñas granjas con aves en patios exteriores. No busquemos falsos culpables porque tan solo conseguiríamos disfrazar la realidad del problema e impedir buscarle soluciones realistas.
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