Según un nuevo estudio realizado por AAP Animal Advocacy and Protection, no menos del 89% de los animales exóticos que rescataron de los circos europeos sufrieron traumas mentales o físicos. Casi 8 de cada 10 animales incluso sufrieron múltiples problemas veterinarios o de comportamiento.
Los resultados son claros: obligar a los animales salvajes a vivir y actuar en circos es inaceptable para su bienestar y debe prohibirse.
Los animales en los circos son propensos a la desnutrición, problemas de comportamiento y físicos debido a los frecuentes viajes de circos, las condiciones de hacinamiento e inadecuadas en las que se mantienen, y la interacción forzada entre humanos y animales. La mayoría de los Estados miembros de la UE reconocen la amenaza para los animales en los circos y, por lo tanto, han aplicado algún tipo de regulación o prohibición. La notable excepción: Alemania todavía no tiene regulaciones para poner fin al uso y sufrimiento de animales exóticos en los circos. Según una encuesta que se realizó en 2021, más de 150 animales salvajes todavía actúan en unos 75 circos en Alemania. La mayoría de ellos (45%) son grandes felinos, como leones y tigres. Seguirán sufriendo sin una prohibición de animales exóticos en los circos.
Basándose en numerosos estudios científicos y de comportamiento animal, el Tratado de Lisboa (2007) reconoció a los animales como seres sintientes; capaces de sentir y sufrir.
La Organización Mundial de Sanidad Animal adoptó en el año 2004 las llamadas “Cinco Libertades”, que durante muchos años han dominado toda discusión sobre el bienestar animal en Europa y que reconocen que los animales tienen unos derechos inherentes. Estas 5 necesidades, se han identificado como la provisión de:
(1) un ambiente apropiado,
(2) una dieta adecuada,
(3) oportunidades para expresar comportamientos naturales,
(4) protección del miedo y los estados angustiosos y
(5) protección del dolor, daños o enfermedades.
La evidencia científica recopilada al largo de los años muestra que el impacto de los circos sobre el bienestar animal es grave y potencialmente debilitante. Los problemas que pueden surgir incluyen respuestas fisiológicas al estrés, sufrimiento mental y físico, aparición de comportamientos anormales, riesgos a la salud por una higiene y dietas inadecuadas. La naturaleza itinerante de los circos les imposibilita reproducir mínimamente los complejos hábitats y grupos sociales naturales de los animales. Los animales salvajes requieren un cuidado y unos conocimientos muy especializados que los circos, aún con las mejores intenciones, no pueden satisfacer.
Los zoólogos y expertos a quienes el Ayuntamiento de Viena encargaron el estudio “Pautas para la Manutención de animales salvajes en los circos” concluyeron que “los circos no puede proporcionar los entornos específicos requeridos para cada especie animal”.
En la pista, los animales son presentados desde la perspectiva de su sumisión al hombre. Los felinos se enfrentan a un domador que chasquea su látigo con el objetivo de crear un espectáculo diseñado para mostrar su dominio sobre los animales, mientras que el elefante se arrodilla bajo sus órdenes. Muchos actos pretenden mostrar la supremacía del hombre sobre el animal de las formas más ridículas: osos en bicicletas, elefantes haciendo el pino, monos con tutús.
Como los animales salvajes no realizan acciones contra su naturaleza sin represión, se recurre a la violencia para obligar a los animales a actuar. Los ganchos metálicos utilizados clavándose tras las orejas de los elefantes, los látigos y las descargas eléctricas son métodos sencillamente brutales. Para disimular estas prácticas coercitivas, los trabajadores del circo utilizan cada vez más el término “educador”, en lugar de “domador”.
Doma coercitiva contra la naturaleza. Las herramientas utilizadas por los domadores para entrenar a los animales suelen disimularse en cuanto salen a la pista cubriendo los ganchos con flores y guirnaldas escondiéndolas así de la vista del público que creerá que los animales obedecen voluntaria y dócilmente.
Estos látigos, ganchos y palos se usan para intimidar constantemente a los animales y recordarles que serán maltratados al menor signo de desobediencia si se resisten a actuar. A menudo sólo con oír una palabra del adiestrador, los animales reaccionaran al relacionarla con la agresión a la que son sometidos durante los entrenamientos junto a esa palabra.
Los circos presentan también oportunidades para que los animales escapen o para que entren en contacto directo con miembros del público, como por ejemplo a través de barreras inapropiadas. Considerando que estos animales son potencialmente muy peligrosos, y más bajo la frustración y la presión que implica el conflicto entre sus instintos y las vidas de represión constante que viven, el riesgo es considerable.
Los animales salvajes son impredecibles y suponen un grave riesgo potencial para las personas aunque aparenten calma o estar bajo control con sus cuidadores. Algunos animales se asustan o enloquecen y se rebelan en ataques o fugas que pueden causar graves daños o incluso la muerte a personas u otros animales.
Además de riesgos para las personas, los circos implican también riesgos para los animales. No sólo aquellos derivados de la violencia del adiestramiento y de las posturas forzadas sino también de accidentes que pueden sufrir los camiones que los transportan en la carretera, o durante la carga y descarga. También pueden resultar heridos tratando de escapar, o cuando en caso de huida de uno de estos animales en la vía pública, las autoridades reaccionan abatiéndole a tiros.
Enfermedades zoonóticas. Existe también un riesgo de transmisión de enfermedades entre los animales de circo y los visitantes, especialmente cuando hay posibilidad de contacto. Los animales salvajes son potenciales fuentes de enfermedades infecciosas. Por ejemplo, los elefantes de circo pueden estar afectados de tuberculosis y es frecuente el Mycobacterium Bovis en camellos Bactrianos.
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