El declive de la tauromaquia

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Según recogen las estadísticas del Ministerio de Cultura, el número de espectadores que asisten a los festejos se ha situado claramente por debajo del millón por primera vez en décadas, y pese a que uno de cada cuatro entra en las plazas con entradas gratuitas, mientras la audiencia por televisión e internet se redujo en un 25% el año pasado frente a la anterior a la pandemia.

Estos son los principales datos sobre la evolución de los festejos taurinos que recogen esas estadísticas:

El número de festejos regresa a los niveles prepandemia.

Las cifras del Ministerio de Cultura sitúan el número de festejos taurinos celebrados el año pasado en las plazas de toros españolas en 1.546, una cifra que supera ligeramente a las de 2018 y 2019, los dos años previos a la pandemia y que no se aleja mucho de las de los dos anteriores, aunque sí supone un descenso del 11% frente a las 1.736 de 2015 al que no resulta ajeno el deterioro de un buen número de plazas, muchas de las cuales ya se dedican a otros usos.

Esa misma estadística apunta a un aumento del número de corridas y de novilladas, a menudo organizadas por ayuntamientos y diputaciones, mientras decaen con claridad otros formatos considerados de menor categoría por los aficionados como los festivales, las becerradas y el llamado toreo cómico.

Los registros son similares en lo referente a los llamados «festejos taurinos populares», que incluyen modalidades como las vaquillas, los bous al carrer o los toros ensogados y embolados, en los que a menudo se dan episodios de maltrato animal y cuyo mantenimiento suele ser objeto de intensos debates en sus áreas de influencia.

Resultan llamativas las diferencias que se aprecian en la distribución territorial de los dos bloques de festejos taurinos, con prácticamente el 80% de los primeros concentrados en Castilla-La Mancha (365 el año pasado), Castilla y León (346), Madrid (263) y Andalucía (249), mientras más de la mitad de los segundos se localizan en la Comunidad de Valencia (8.702).

También se da una fuerte presencia de estos últimos en el Valle del Ebro con 1.662 en Navarra, 806 en Aragón y 315 en La Rioja que suman un 16,5% y a los que se suman parte de los 140 de Euskadi y los 54 de Catalunya.

Pero la cifra de asistentes cae en picado.

Ese repunte del volumen de festejos que se celebran en las plazas de toros coincide, sin embargo, con un acusado descenso del número de asistentes a los mismos, que el año pasado cayó claramente por debajo del millón para situarse en 776.000.

Esa cifra, la menor en décadas, se registra el mismo año en el que, una vez derogadas las limitaciones por la pandemia, los fiascos en la afluencia de público se sucedieron de feria en feria, con la de Bilbao como ejemplo paradigmático.

En solo cuatro años, y según las cifras que maneja Cultura, la asistencia a los festejos taurinos, sin incluir los populares, se ha desplomado a apenas la cuarta parte al caer desde los 3,13 millones de 2019, el ejercicio previo a los dos años de confinamientos y restricciones.

Ese descenso en picado de la afluencia, que coincide con otra del 25% entre quienes siguen esas convocatorias por televisión o por internet, se ha producido a pesar de que uno de cada cuatro espectadores, el 25,9%, accediera a las plazas mediante invitaciones y entradas gratuitas.

La caída es mayor todavía si los datos de asistencia del año pasado se comparan con los de quince antes, cuando los festejos taurinos llegaban a atraer a casi el 10% de la población: ese porcentaje no llega al 2% ahora.

Esa tasa se encuentra claramente por debajo del que registra el CIS entre quienes van a misa a diario, que alcanza un 5,9% de la población, y también de los que, según las estadísticas de Cultura, asisten a conciertos de música clásica (3,9%), van al teatro (8,2%) o visitan galerías de arte (6,9%).

Llevamos más de treinta años luchando contra esta lacra y las subvenciones que recibe. La tauromaquia no tiene futuro. Las corridas de toros han caído un 63,4% desde 2007 y cada año siguen cayendo irremediablemente. Invertir en tauromaquia es malgastar el dinero común cuando más se necesita. La mejor ayuda para las pocas familias que viven de ella es un Plan de Reconversión a actividades no crueles y con futuro. 

Por esta razón, seguiremos levantando nuestras voces  y gritaremos al mundo las razones del porqué somos ANTITAURINOS y porqué queremos que la tauromaquia desparezca de una vez por todas.

Si alguien sufre no es una fiesta.

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