Bélgica se ha convertido en el séptimo país del mundo y el cuarto de Europa en prohibir permanentemente los delfinarios. Este avance marca una gran victoria para GAIA, que ha estado luchando durante más de 30 años para poner fin al cautiverio de estos animales sensibles e inteligentes.
El cierre del último delfinario, el parque marino de Boudewijn en Brujas, refleja también la opinión de los ciudadanos belgas, de los cuales el 91% de los valones y el 85% de Bruselas apoya esta prohibición (Ipsos para GAIA, abril de 2024). Con esta decisión, Bélgica se une a países como India, Costa Rica, Chile, Croacia, Eslovenia y Chipre, que ya han prohibido estrictamente el cautiverio de los delfines.
Delfines, cetáceos y otros animales viven en cautividad en zoos y acuarios. Algunos nacen y mueren carentes de toda libertad. Ofrecen su existencia al deleite de los seres humanos, que aplauden desde las gradas sus zambullidas.
Imaginen vivir en una cárcel con forma de escaparate. Al otro lado, un público que aplaude cada súplica, cada lamento, por confundir la vida cautiva con una suerte de entretenimiento. Así es la vida en los acuarios, donde la rutina se escribe en forma de aplausos y ruido, y transcurre en una pequeña piscina. Anuk ha sido la última en morir encerrada. La delfína, matriarca del zoo de Barcelona, ha fallecido a los 34 años, después de que un virus le arrebatara las pocas fuerzas que le quedaban para chapotear sin sentido junto al resto de la manada.
La cautividad de los delfines y cetáceos, puestos al servicio de la industria zoológica, se puede entender como un robo a la naturaleza. Una forma de usurpar las condiciones natas de los seres vivos. Todo por unos aplausos. “Cuando viven cautivos dejan de tener opción de llevar a cabo sus comportamientos naturales. En libertad estos animales pueden recorrer decenas de kilómetros diarios a unas profundidades altas para poder buscar comida. Sin embargo, en los acuarios se ven obligados a moverse en espacios muy reducidos, en el mejor de los casos junto a otros miembros de su misma especie, sin tener que buscar alimentos por su cuenta.
“Se ven obligados a dar vueltas en una piscina y terminan volviéndose locos, escuchando como sus propios gritos revotan en las paredes del acuario”. La escasa capacidad de movilidad les genera estereotipia, comportamientos que realizan de forma muy repetida que no tienen ninguna función biológica, que esconde, a fin de cuentas, estrés y otros problemas fisiológicos y digestivos importantes.
El perjuicio no termina aquí. Es posible que la gran inteligencia de la que disponen los delfines y cetáceos les haga más propensos a sufrir, a percatarse de cómo son despojados de su esencia en un pequeño estanque de agua.
Estos animales dependen de unos lazos sociales que, sin embargo, desaparecen a la fuerza, ya que habitualmente las crías son separadas de sus madres al poco tiempo de nacer para evitar consanguinidad y vínculos endogámicos. Esa separación hace que padezcan ansiedad y estrés, que se suma al hecho de no poder realizar otros comportamientos.
Estos animales se sienten frustrados y lo que sucede es que pueden terminar demostrando patologías físicas o intentar superar esta frustración mediante un comportamiento anómalo.
Encerrados para el disfrute humano.
La música suena alta. El público jalea y aplaude a la espera de que uno de los animales salte por el aro que uno de los entrenadores sostiene en el borde de la piscina. Este panorama, se repite a diario en todos los zoos del mundo. Como si se tratase de actrices de Cabaret, delfines, cetáceos y otras especies actúan al servicio de los seres humanos a cambio de un puñado de sardinas.
Lo cierto es que el sufrimiento que estos animales marinos padecen se ve incrementado cuando se les orienta hacia el deleite de los seres humanos. “Tienen un sentido del oído muy amplio y, cuando se les somete a estos espectáculos, su comportamiento se ve afectado por causa de grandes picos de estrés”, incluso los delfines que viven en libertad ven afectadas sus conductas vitales por el ruido de embarcaciones y otras actividades humanas en los océanos.
“Para los animales que han nacido en cautividad es prácticamente imposible acabar sobreviviendo en la naturaleza, porque están acostumbrados a que les den de comer de la mano y no han podido aprender las conductas naturales. Son mamíferos y, como nosotros, aprenden mucho por imitación. Se tendría que trabajar muchísimo para conseguirlo”.
Actualmente, España es el país con el mayor número de delfinarios y cetáceos en cautividad de la Unión Europea. Se calcula que hay aproximadamente 98 delfines, 2 belugas y 6 orcas mantenidas en cautividad.
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