Naturaleza y Cautiverio

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Pasados ya los dos meses de confinamiento provocado por el coronavirus (COVID-19), son muchos los que sufren un incremento de su estrés. Imaginemos por un momento los niveles de estrés y ansiedad que deben sufrir algunos de los delfines que llevan más de 30 años en su particular «confinamiento».

En su estado salvaje, delfines mulares, orcas y belugas suelen vivir en grupos muy unidos de decenas de individuos de su especie y sus familias.

En los delfinarios viven en grupos artificiales y reducidos de animales de distintos orígenes, sin ningún parentesco y a veces de distintas especies. En ocasiones se tornan agresivos entre ellos así que se les administran hormonas y medicación para controlar estos comportamientos.

En la naturaleza establecen lazos estrechos entre sí, su vida se basa en las relaciones sociales y se ayudan cuando uno lo necesita.

En cautividad, los centros se intercambian a los animales. Viven entre extraños que pueden acosarse y, al no tener dónde escapar, se estresan y acaban con problemas que les pueden llevar incluso a la muerte. Las hembras preñadas pueden abortar también debido a este estrés.

En su estado salvaje cooperan entre sí para pescar y comparten comida; creando una fuerte conexión social entre individuos.

En los delfinarios sólo comen pez muerto y congelado por lo que necesitan suplementos de vitaminas -debido a esta dieta pobre en nutrientes. Debido a esta dieta también es común la deshidratación así que tienen que suministrarles agua artificialmente ya sea inyectada en el pescado, en forma de gelatina o como última opción insertando un tubo por su boca hasta el estómago.

En el océano reconocen su entorno a través de su sistema de ecolocalización y se comunican a través de complejas vocalizaciones. Algunas especies incluso disponen de idiomas y dialectos únicos para cada grupo.

En las piscinas vacías no usan su ecolocación porque no hay nada nuevo que descubrir y a veces, en algunos tanques las ondas rebotan en las paredes y les estresa. A menudo su entorno es tan ruidoso -a causa de la maquinaria o la música de los espectáculos- que afecta sus umbrales de percepción auditiva. 

En su estado natural, estos animales nadan entre 65 y 160 km al día y pueden hacerlo a velocidades de hasta 25 km/hora las belugas, 40 km/hora los delfines, y 55 km/hora en el caso de las orcas. También se pueden sumergir hasta 90 metros de profundidad.

En los tanques de cemento, pequeños y poco profundos sólo pueden nadar en pequeños círculos y pueden caer en depresiones.

En la naturaleza los delfines mulares pueden vivir hasta los 50-60 años, las belugas hasta los 60-70 años y las orcas hasta los 70-90 – las hembras son más longevas que los machos.

En cautividad muchos mueren a muy temprana edad y la esperanza de vida de los que sobreviven puede reducirse a la mitad o más En los delfinarios los delfines rara vez viven más de 20 años, las orcas raramente llegan a la mediana edad y las belugas viven la mitad de lo que harían en libertad.

En la naturaleza son animales activos, de hecho cuando duermen sólo lo hacen con la mitad de su cerebro cada la vez y continúan nadando!

En cautividad, viven privados de variedad ambiental y se aburren ya que no tienen suficientes estímulos o ejercicio. Es común ver a los animales flotando letárgicamente en la superficie (comportamiento conocido como «logging»).

En la naturaleza los cetáceos han demostrado capacidad de desarrollar culturas aprendiendo diferentes comportamientos, vocalizaciones y preferencias de alimento.

En cautividad viven imposibilitados de desarrollar sus comportamientos más naturales y son forzados a llevar a cabo comportamientos y posturas impropias durante los espectáculos.

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